18 de mayo de 1811
Por entonces, Artigas no levantaba todavía la reivindicación de la Independencia. Atento a los anhelos populares, su consigna fue más simple: finalizar la opresión de Montevideo colonial sobre un universo rural que lo desafiaba. En efecto: el Mundo Gaucho ya comerciaba por su cuenta con Europa, cultivando en su interior un “colectivismo difuso” que asociaba a propietarios-residentes con gente sin tierra y hasta con esclavos prófugos de Montevideo. Pero mirando más allá, Artigas ya había hecho contactos con la Junta autónoma de Buenos Aires, donde anunció que llevaría “el estandarte de la libertad” hasta los muros de la “Muy Fiel” y obsecuente ciudad puerto de la Banda Oriental.
La victoria de Las Piedras precipitó acontecimientos de mucha mayor escala que ella misma. Por un lado, disparó una nueva intervención de Portugal, que será el principal enemigo externo del pueblo oriental, una invasión que será aliada del enemigo interno de burócratas coloniales, hacendados ausentistas, barraqueros y saladeristas.
Por otro lado, esta batalla fue el primer paso hacia la Patria Grande, que se reafirmará en la solidaridad internacionalista que el pueblo oriental recibirá meses después, en su repliegue al Entre Ríos.
Pero si hay algo que la Batalla de las Piedras no fue, ni por su propósito ni por sus consecuencias, lo que no puede decirse, es que el 18 de mayo sea el nacimiento de unas fuerzas armadas exclusivamente “orientales”.
De hecho, el Estado Oriental nacido en 1830 es la negación de aquel sueño de fraternidad, de Patria Grande, de Federación, de tierra para todos. Es el servilismo a los intereses colonialistas de los enemigos de la Liga Federal.
Hacen mal las Fuerzas Armadas uruguayas en reivindicar la Batalla de las Piedras como su origen. Funcionarios públicos y armados de un Estado que Artigas nunca reconoció (y Artigas vivió hasta 1850) podrían dar un primer paso hacia el artiguismo repudiando su agresión al Paraguay en 1865, los sucesivos golpes de estado y la violación a los derechos humanos. Podrían dar información sobre los huesos de nuestros desaparecidos, y repudiar la ocupación de Haití. Cuando un oficial joven se mira al espejo y ve el distintivo artiguista en su gorra de uniforme, debería pensar: ahora tengo que ganármelo. Supongo que sabrá lo que debe hacer.
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